¿Existe una epidemia de infertilidad?
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En un mundo donde las tasas de natalidad son cada vez menores, surge la pregunta de si las mujeres estamos teniendo cada vez menos hijos porque así lo queremos o porque no tenemos otra opción. En los años 60s el promedio de hijos que tenían las mujeres era de 5, mientras que en el 2023 fue de 2.3 aproximadamente.
Tal vez gran parte se puede explicar por el avance en los derechos reproductivos, lo cual es un logro excepcional. Por otro lado, la industria de tratamientos de infertilidad crece año con año, lo que nos hace dudar sobre las opciones que tenemos cuando (y si) decidimos tener hijos. El mercado de fertilización in vitro tiene un crecimiento anual esperado del 8% en los próximos años, de 28 mil millones de dólares a 42 mil millones, aproximadamente.
Alejándonos de los números y escuchando testimonios, la historia no cambia mucho. Dentro de nuestros círculos existen mujeres que buscamos ciclos regulares y deshacernos de los cólicos paralizantes, todo esto síntoma de un desbalance hormonal. Si desde temprana edad no estamos teniendo ciclos sanos, ¿cómo podemos esperar que un embarazo sea tarea fácil?
Se puede argumentar que los problemas de infertilidad no están alejados de los altos niveles de estrés que sufrimos como sociedad. Si a eso le agregas que nuestras vidas están regidas por un sistema creado por y para hombres, podría esperarse que el estrés afecte desproporcionadamente a las mujeres.
No todas son malas noticias, la concientización sobre la salud de la mujer también ha aumentado. Seguro nos hemos encontrado con publicaciones con información como “hay más estudios sobre alopecia que sobre endometriosis” o “la endometriosis tarda en promedio entre 7 y 10 años en diagnosticarse”. Incluso hablar sobre la endometriosis es un lujo que otras generaciones no compartieron.
A pesar de que todos estos avances están rompiendo tabúes y poniendo a la salud de la mujer en el centro de la medicina, la verdadera revolución comienza en nuestro autoconocimiento. Para romper con todos los estigmas que nos rodean, es esencial que primero nos volteemos a ver: observemos nuestra menstruación, reflexionemos sobre nuestros niveles de energía y recordemos que no somos iguales todos los días.
En fin, la mejor manera de honrar a nuestro cuerpo es darle lo que necesita cuando lo necesita. Ahí radica la importancia de la salud hormonal en una época donde nos piden ser igual que un hombre en el colegio, el trabajo o en tu casa cuando te comparan con tu esposo o tus hermanos. Nos miden con la misma vara. Aunque parece imposible, sí se puede poner límites y decir “hoy no, pero mañana con todo gusto”. Se vale pedir el reconocimiento que nuestros cambios hormonales se merecen, pero el primer paso empieza con nosotras.